Opino que los chistes malos (no siempre tan malos como su nombre indica) son una buena fórmula para reflexionar sobre la lengua a partir de los conocimientos que hemos podido proporcionarle al alumnado sobre la morfología derivativa, pues muchos están basados en reinterpretaciones o ambigüedades de algunas de las palabras que aparecen a partir de los afijos que los conforman.
Por esta razón, durante un largo tiempo, me he dedicado a recopilarlos, y los he utilizado en clase con interesantes resultados:
Aprovecho para agradecer mi agradecimiento infinito a las personas que comparten estos mensajes por redes, especialmente a través de la etiqueta #TwitterParaLingüistas, de la que tanto me he nutrido. Gracias.
¡Qué bueno!
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